Así entiendo yo la paz
AnaMercedes Gómez Martínez
Marcho, porque quiero la paz, he trabajado por
ella, he escrito sobre ella, pero no entiendo el proceso de La Habana con las
Farc ni el que se acaba de anunciar con el Eln en la República Bolivariana de
Venezuela.
Para negociar la paz se necesita un gobierno
fuerte. Y ese no es el caso con Juan Manuel Santos. Los del asfalto sentimos
que, cada vez más, pierde gobernabilidad. Otros dicen un bello sinónimo: gobernanza.
Voy a definir mi idea de paz, mi sueño de paz.
Sé que es necesaria para los jóvenes y niños de hoy y de mañana. La paz no llega
con una firma. La firma es el inicio de la construcción de la auténtica paz.
Por eso miro hacia adelante. Sé que se tomará un tiempo y quizá para entonces
yo ya estaré en esa dimensión que los cristianos llamamos Plenitud.
¿Cómo no voy a querer la paz para las nuevas
generaciones, si yo no he vivido un segundo de mi vida en paz?
Primero fue la violencia política. Creo que la
primera bomba que explotó en Medellín fue en mi hogar. El fin era matar a mi
padre por ser el conciliador del lado de los conservadores, el que decía que
matarse por política es un absurdo y que había que enseñarles a los niños la
tolerancia a las ideas distintas. Yo todavía no había entrado a Kínder.
La segunda bomba, a la semana siguiente, fue
para el doctor Alberto Jaramillo Sánchez, el conciliador entre los liberales.
Mi padre me contaba que él era amigo personal
de Jorge Eliécer Gaitán. Que dialogaban mucho, enriquecían su pensamiento y
respetaban que estaban en distintas orillas políticas.
Toda esta introducción para concluir que una de
las primeras lecciones de mi hogar fue la tolerancia, pero acompañada de otras cuatro:
Rectitud, firmeza, amor por la paz y patriotismo.
Yo quiero una paz dentro del Estado Social de
Derecho que es Colombia. No estoy de acuerdo con otro modelo, basado en el
fracasado en la Urss, que se mantiene en Cuba por el apoyo de la quebrada
Venezuela y hasta por los millones que debe pagar el gobierno de Santos, con lo
que recauda de nuestros bolsillos, para tener allá a los dirigentes de las Farc
a cuerpo de rey, mientras acá mueren niños de hambre y el Clan Úsuga paga dos
millones por cada policía asesinado, entre otros horrores.
Claro que en Colombia tenemos que trabajar para
lograr la igualdad de oportunidades para todos. Que cada quien decida ser lo
que le nazca ser, en un marco ético y con vocación de servicio y preocupación
por quienes le rodean.
Quiero una paz con un poder Judicial
independiente y justo. Es triste tener que decir que nuestra justicia es
injusta, que está politizada, que prejuzga y que persigue y encarcela a los
inocentes, mientras los criminales se pasean sembrando terror. Colombia al
revés. Y tanto indiferente, mientras no sea con él.
Quiero una paz con una clara división y
equilibrio de poderes. Que unos vigilen a los otros, para que no haya
intromisiones indebidas u organismos intocables, incontrolables con super poderes.
Quiero una paz que admita la confianza
inversionista y estimule la creación de empresas. Que atraiga capitales
estables que transfieran tecnología y deseen quedarse en Colombia. Ahora se
están yendo porque no hay seguridad ni física ni jurídica.
Quiero que bajen los impuestos, sobre todo para
los de menores ingresos. Así habrá una clase media amplia, lo que constituye
una verdadera democracia. Y para los millonarios, impuestos justos y que se
vean invertidos en desarrollo del país. No que se pierdan por los laberintos de
la corrupción.
A propósito, hay que luchar contra la
corrupción. Antes, no era significativa. Hoy somos de los países más corruptos
del mundo. Y, siguiendo a Sor Juana Inés de la Cruz, tan corrupto es el que
peca por la paga, como el que paga por pecar. Hay que sancionar drásticamente al
corrupto, empezando por los peces gordos, en un ejercicio ejemplarizante.
Quiero una paz que elimine todos los eslabones
de la cadena criminal de la droga que están en Colombia, en donde han crecido
los cultivos y el consumo. Ya somos el mayor productor de coca en el mundo.
¡Qué vergüenza! Que exija a los narcotraficantes toda la información sobre este
delito, porque hace más compleja la construcción nacional de la convivencia
pacífica. Mientras haya droga, no habrá paz completa. El dinero mal habido daña
todo lo que toca. Algún guerrillero me decía en el Caguán que la
responsabilidad es de los países consumidores. No toda: hay corresponsabilidad
de Colombia. La solución es mundial, pero Colombia tiene que ser parte de esa
solución.
Quiero una paz en donde haya oportunidades de
vida digna en todos y cada uno de los rincones de nuestro país, para que éste
crezca armónicamente y los campesinos no tengan que venirse a engrosar los
cinturones de miseria, porque en las regiones apartadas de las ciudades grandes
no hay oportunidades ni educativas ni de trabajo ni de salud ni de vivienda ni
de sana recreación.
Quiero una paz con Colombia teniendo un lugar
respetable y respetado en la comunidad internacional. Como vamos, en cuestión
de meses nos declararán país fallido y, por lo tanto, inviable.
Quiero una paz que nos permita morir de viejos
y no prematuramente y amenazados por una bala, un secuestro o una extorsión.
Quiero una paz que no esté figurativamente en
forma de paloma, que no vuela, en la solapa de quienes quieren firmar una paz a
toda costa, aunque deje más problemas que soluciones. Y todo por un Nobel o por
pasar a la historia como los pacificadores. Acordémonos de que a Pablo Morillo
le decían “el pacificador” en tiempos de La Patria Boba, y que fusiló a los
patriotas que se oponían a depender de una España lejana y ajena. La suya fue
una de las épocas de terror de nuestra adolorida historia.
Quiero una paz en la que, llegado el momento de
madurez y calma, reformemos la Constitución para que sea el marco digno del
Estado de Derecho. Una constitución corta, que no invada el campo legal. Así se
evitará que la Corte Constitucional, si subsiste, pueda entrar a legislar sobre
todo lo divino y humano, sin estar preparada, porque es imposible que sus
miembros sepan de todos los temas que hay que manejar en un país. Estamos en la
era de las especializaciones.
Quiero una paz que construya un Estado no
paternalista en donde cada persona sea consciente de que a cada derecho que
tiene hay un deber correlativo y que todo no se lo puede solucionar el
Gobierno. Que cada cual tiene que poner de su parte. Que el país es
construcción de todos y nadie puede esconder la cabeza como el avestruz.
En definitiva, quiero una paz que sea un
gana-gana para todos los colombianos. La paz no puede ser un pulso para que
gane el que sea más fuerte e imponga dictatorialmente su parecer y modelo.
PD: En Medellín la Marcha sale a las 10 de la
mañana desde el Teatro Pablo Tobón Uribe por la avenida La Playa y llega al Parque
de las Luces.
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