Opinión: Kerry les pide a los colombianos que
capitulen ante las FARC
Por MARY ANASTASIA O’GRADY Escriba a O’Grady@wsj.com
domingo, 27 de marzo de 2016 19:36 EDT
Un día antes de los atentados terroristas de la semana
pasada en Bruselas, John Kerry se reunió con los líderes de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) en La Habana.
El encuentro produjo fotos de los criminales de guerra
colombianos vistiendo guayaberas en punto de blanco alrededor de una larga mesa
junto al Secretario de Estado de Estados Unidos. Las FARC no perdieron tiempo
para usar las imágenes como propaganda. “Esperamos que en consecuencia, nos
reconozcan como una fuerza política empeñada en la expansión de la democracia y
el progreso social de Colombia”, anunciaron.
Cuatro días después, Kerry se encontraba en la capital
belga para ofrecer condolencias al primer ministro Charles Michel y prometer
que nunca cederá ante Estado Islámico: “No descansaremos hasta que hayamos
eliminado sus creencias nihilistas y su cobardía de la faz de la Tierra”,
señaló.
Un buen número de colombianos se sienten de la misma
forma respecto de las FARC. El grupo respaldado por Castro ha librado una
insurgencia contra la democracia colombiana que ha cobrado cerca de 220.000
vidas. Es uno de los mayores carteles de la droga del mundo. El Departamento de
Estado incluye a las FARC en su lista de organizaciones terroristas. Dos de los
líderes del grupo guerrillero que se reunieron con Kerry han sido sentenciados
en ausencia, en cortes colombianas, a 13 años de prisión por reclutar menores,
incluyendo niñas que fueron usadas como objetos sexuales.
No obstante, el gobierno del presidente Barack Obama
dice que los colombianos deben confiar en las FARC y dejar que todos sus
miembros, incluyendo sus líderes, eludan el castigo e ingresen a la política
para así garantizar la paz. ¿Aceptarían los estadounidenses un acuerdo
semejante?
La hipocresía no escapa a los colombianos, que
difundieron en las redes sociales sus objeciones. La ex ministra de Defensa
Marta Lucía Ramírez tuiteó: “Después de la reunión de Kerry con las FARC estoy
pendiente de cuándo será la reunión con el Chapo Guzmán”.
Miguel Gómez Martínez, sobrino del asesinado candidato
presidencial Álvaro Gómez, tuiteó: “Que alguien me explique por qué los de
Bruselas son terroristas y los del Nogal” —El club social donde las FARC
explotaron una bomba en 2003— “son ideólogos que merecen impunidad”. El
congresista colombiano Federico Hoyos tuiteó: “Señor Secretario, Colombia es
uno de los países con la mayor cantidad de minas antipersonales del mundo
gracias a la estrategia de terror de las FARC”.
El doble estándar es obvio. Sin embargo, el gobierno
de Obama está comprometido con los cinco años de negociaciones —en La Habana—
entre el gobierno del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y las FARC.
Santos no ha conseguido ni una sola concesión por parte de los terroristas. Las
FARC dicen que no pasarán un solo día en la cárcel, no entregarán sus armas al
gobierno, no renunciarán a las ganancias generadas por secuestros, narcotráfico
y extorsión y no compensarán esos millones a sus víctimas. Santos, por su lado,
ha roto múltiples promesas a los colombianos, incluyendo la de no darles
amnistía a los terroristas.
Durante la Asamblea General de la Organización de
Naciones Unidas en septiembre, Santos anunció que los negociadores habían
logrado un plan para desarrollar una “justicia transicional”. El mandatario
agregó que tendrían un acuerdo final firmado en seis meses.
Sin embargo, el plan se ha estancado en parte porque
promete que no habrá cárcel para los líderes de las FARC que confiesen sus delitos,
algo a lo que se opone el 90% del país, según una encuesta reciente de Colombia
Opina.
El plan también pone a los militares en el mismo plano
legal que los terroristas, ofreciendo a los soldados la posibilidad de confesar
un crimen de guerra cuando sean acusados para evitar el castigo o enfrentar
años en prisión mientras sus casos atraviesan un sistema judicial que a menudo
es hostil. Las fuerzas armadas de Colombia fácilmente podrían ser destruidas
bajo este esquema, mientras que los delincuentes de las FARC quedan libres.
El 10 de febrero, el vicefiscal de la Corte Penal
Internacional expresó escepticismo ante el experimento judicial de Santos. “La
justicia importa”, dijo James Stewart en una reunión de la Organización de
Estados Americanos. “El sufrimiento de las víctimas y las comunidades
—afectadas por los atroces crímenes masivos— importa. Todo esto importa si
queremos construir un país más justo y pacífico”.
En una entrevista con María Celeste Arrarás en
Telemundo, un canal en español de EE.UU., Kerry defendió el martes en La Habana
las negociaciones entre Santos y las FARC al asegurar que no son las FARC sino
“milicias de derecha” las que están “incrementando la violencia”. Eso
contradice los hechos.
Según la ONU, entre los 166.000 colombianos
desplazados por la violencia en 2015, 37% huyó de las FARC, 31% huyó de su
primo terrorista, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y 13% huyó de las
bandas delictivas con las que trabajan. Una carta reciente del alcalde de San
Vicente del Caguán a Santos describió las vidas aterrorizadas de la población
sujeta a una extorsión incesante de las FARC.
Cuando Arrarás lo presionó, Kerry dijo que “si nuestra
actitud es que tenemos que matar a todos los que estuvieron involucrados en la
Segunda Guerra Mundial, ¿dónde estaríamos con Alemania y Japón?”. Le tengo
noticias, señor secretario: Alemania y Japón se rindieron.
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