jueves, 10 de marzo de 2016

Desde el asfalto
En cuestión de horas:
De la esperanza a la desesperanza
AnaMercedes Gómez Martínez

Que no vengan a decir que el Centro Democrático se montó a última hora en el bus que define las zonas de concentración en Colombia para los guerrilleros de las Farc. Y que lo hace para congraciarse con Santos, el fiscal Montealegre y el vice fiscal Perdomo.

Recuerdo que, estando en el Senado, el CD trabajó este tema y definió lo que ayer fue aprobado en Plenaria de la Cámara Alta.

En ese momento yo recordé cómo había sido la zona de concentración de una disidencia del Eln, la Corriente de Renovación Socialista, CRS, a fines del gobierno de César Gaviria. Su ministro del Interior, entonces llamado de Gobierno, era Rafael Pardo Rueda.

Los guerrilleros de la CRS se concentraron en Flor del Monte, departamento de Bolívar. Ellos estuvieron en el anillo de seguridad o círculo concéntrico más interno. Tenían sus vigilantes y nadie podía llegar a este punto sin su autorización.

Pero primero estaban, en su orden, el Ejército de Colombia y la Policía Nacional.

Quien fuera a entrar para ayudar en el diálogo que buscaba llegar a una paz negociada, tenía que parar en el retén del Ejército y mostrar su cédula de ciudadanía, o pasaporte, si se trataba de los veedores internacionales.

De ahí llamaban al segundo anillo para constatar que la persona podía seguir. En este anillo o círculo también había que identificarse. E, igualmente, llamaban al anillo interno, el de la CRS, que aprobaba o no el ingreso de la persona identificada.

Por último, se llegaba a una especie de retén de los guerrilleros, quienes autorizaban seguir al sitio de la concentración de sus tropas.

Este modelo era bueno para la institucionalidad y para los insurgentes. Y me atrevería a decir que era óptimo para la seguridad de estos últimos, porque estaban seguros de que no podía haber agentes perturbadores que pusieran en riesgo su integridad física.
En este proceso se llegó a un acuerdo final, hubo una ceremonia de entrega de armas y se firmó la paz.

Si mal no recuerdo, se abrió el cupo para que dos de ellos llegaran al Congreso de la República. Los miembros de la CRS no estaban involucrados en el narcotráfico. El país fue generoso con ellos, y ellos, en su momento, respondieron a esa confianza brindada.

Un modelo similar fue propuesto en 2014 por el Centro Democrático. Obviamente no podrían concentrarse todos los miembros de las Farc en un solo lugar. Se habló de varias zonas, con condiciones especiales.

Ayer, según documento dado a conocer por el Senador del CD, Iván Duque Márquez, se definió que fuera un número prudente de zonas, de tamaño reducido para facilitar el monitoreo y la verificación.

También, que dichas zonas no podrían tener cultivos ilícitos ni asentarse donde hubiese minería ilegal o en las fronteras con los países limítrofes.

Que, una vez ubicados en cada zona, habría un inventario de armas, dentro del proceso de dejación.

Que quienes ingresaren a estas zonas deberían estar plenamente identificados, incluso con registro dactilar y que, de necesitarse, el Estado expediría el necesario documento.

Que el destino final de las armas sería su destrucción, al finalizar el proceso  que conduciría a la paz.

Y que el monitoreo y verificación del proceso de dejación de armamento y el cese al fuego bilateral y definitivo estaría a cargo de organismos internacionales.

Esto, que fue aprobado por el Congreso ayer, abrió una luz de esperanza en quienes queremos la paz sin impunidad, con entrega de armas al final del proceso, con seguridad para los guerrilleros en las zonas de concentración, sin el peligro de que algún enemigo agazapado de la paz vulnere su seguridad.

Una luz de esperanza, porque significaba que no seguirían actuando en todos los eslabones del narcotráfico, de la minería ilegal y, tampoco, extorsionando.

Una luz de esperanza de que se haría una negociación seria que podría conducir a la paz definitiva con las Farc.

Pero la esperanza no duró ni 24 horas. El Gobierno, tan cercano a las Farc, a Cuba, al Socialismo del Siglo XXI, al Foro de Sao Paulo, no estuvo de acuerdo con lo aprobado en el Congreso.

Los líderes guerrilleros que están en La Habana, y quién sabe cuántos que están haciendo pedagogía en nuestra Patria, alzaron su voz, y ésta parece ser un mandato para la Casa de Nariño.

¿Qué dijo Jesús Santrich? Que las Farc no permitirían estar en “cárceles de techo abierto”. ¡Claro! Es mejor estar en un buen hotel habanero o colombiano, o hasta en La Casa de Nariño.

Y aprovechó para agregar que el plebiscito es inconveniente y que por eso el acuerdo no se firmará el 23 de marzo. Y que en días futuros podría haber acuerdos sobre el cese al fuego bilateral y el paramilitarismo.


¿Habrá una conexión directa entre el Gobierno de Santos y los guerrilleros? La respuesta podría ser afirmativa. Y a quienes queremos una paz en un marco de dignidad, con seguridad, sin lesionar el Estado Social de Derecho, sólo nos quedó pasar, en cuestión de horas, de la esperanza a la desesperanza. 

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