Desde el asfalto
En cuestión de horas:
De la esperanza a la desesperanza
AnaMercedes Gómez Martínez
Que no vengan a decir que
el Centro Democrático se montó a última hora en el bus que define las zonas de
concentración en Colombia para los guerrilleros de las Farc. Y que lo hace para
congraciarse con Santos, el fiscal Montealegre y el vice fiscal Perdomo.
Recuerdo que, estando
en el Senado, el CD trabajó este tema y definió lo que ayer fue aprobado en
Plenaria de la Cámara Alta.
En ese momento yo
recordé cómo había sido la zona de concentración de una disidencia del Eln, la
Corriente de Renovación Socialista, CRS, a fines del gobierno de César Gaviria.
Su ministro del Interior, entonces llamado de Gobierno, era Rafael Pardo Rueda.
Los guerrilleros de la
CRS se concentraron en Flor del Monte, departamento de Bolívar. Ellos
estuvieron en el anillo de seguridad o círculo concéntrico más interno. Tenían
sus vigilantes y nadie podía llegar a este punto sin su autorización.
Pero primero estaban,
en su orden, el Ejército de Colombia y la Policía Nacional.
Quien fuera a entrar
para ayudar en el diálogo que buscaba llegar a una paz negociada, tenía que
parar en el retén del Ejército y mostrar su cédula de ciudadanía, o pasaporte,
si se trataba de los veedores internacionales.
De ahí llamaban al
segundo anillo para constatar que la persona podía seguir. En este anillo o
círculo también había que identificarse. E, igualmente, llamaban al anillo
interno, el de la CRS, que aprobaba o no el ingreso de la persona identificada.
Por último, se llegaba
a una especie de retén de los guerrilleros, quienes autorizaban seguir al sitio
de la concentración de sus tropas.
Este modelo era bueno
para la institucionalidad y para los insurgentes. Y me atrevería a decir que
era óptimo para la seguridad de estos últimos, porque estaban seguros de que no
podía haber agentes perturbadores que pusieran en riesgo su integridad física.
En este proceso se
llegó a un acuerdo final, hubo una ceremonia de entrega de armas y se firmó la
paz.
Si mal no recuerdo, se
abrió el cupo para que dos de ellos llegaran al Congreso de la República. Los
miembros de la CRS no estaban involucrados en el narcotráfico. El país fue
generoso con ellos, y ellos, en su momento, respondieron a esa confianza
brindada.
Un modelo similar fue
propuesto en 2014 por el Centro Democrático. Obviamente no podrían concentrarse
todos los miembros de las Farc en un solo lugar. Se habló de varias zonas, con
condiciones especiales.
Ayer, según documento
dado a conocer por el Senador del CD, Iván Duque Márquez, se definió que fuera
un número prudente de zonas, de tamaño reducido para facilitar el monitoreo y
la verificación.
También, que dichas
zonas no podrían tener cultivos ilícitos ni asentarse donde hubiese minería
ilegal o en las fronteras con los países limítrofes.
Que, una vez ubicados
en cada zona, habría un inventario de armas, dentro del proceso de dejación.
Que quienes ingresaren
a estas zonas deberían estar plenamente identificados, incluso con registro
dactilar y que, de necesitarse, el Estado expediría el necesario documento.
Que el destino final de
las armas sería su destrucción, al finalizar el proceso que conduciría a la paz.
Y que el monitoreo y
verificación del proceso de dejación de armamento y el cese al fuego bilateral
y definitivo estaría a cargo de organismos internacionales.
Esto, que fue aprobado
por el Congreso ayer, abrió una luz de esperanza en quienes queremos la paz sin
impunidad, con entrega de armas al final del proceso, con seguridad para los
guerrilleros en las zonas de concentración, sin el peligro de que algún enemigo
agazapado de la paz vulnere su seguridad.
Una luz de esperanza,
porque significaba que no seguirían actuando en todos los eslabones del
narcotráfico, de la minería ilegal y, tampoco, extorsionando.
Una luz de esperanza de
que se haría una negociación seria que podría conducir a la paz definitiva con
las Farc.
Pero la esperanza no
duró ni 24 horas. El Gobierno, tan cercano a las Farc, a Cuba, al Socialismo
del Siglo XXI, al Foro de Sao Paulo, no estuvo de acuerdo con lo aprobado en el
Congreso.
Los líderes guerrilleros
que están en La Habana, y quién sabe cuántos que están haciendo pedagogía en
nuestra Patria, alzaron su voz, y ésta parece ser un mandato para la Casa de
Nariño.
¿Qué dijo Jesús Santrich?
Que las Farc no permitirían estar en “cárceles de techo abierto”. ¡Claro! Es
mejor estar en un buen hotel habanero o colombiano, o hasta en La Casa de
Nariño.
Y aprovechó para
agregar que el plebiscito es inconveniente y que por eso el acuerdo no se
firmará el 23 de marzo. Y que en días futuros podría haber acuerdos sobre el
cese al fuego bilateral y el paramilitarismo.
¿Habrá una conexión
directa entre el Gobierno de Santos y los guerrilleros? La respuesta podría ser
afirmativa. Y a quienes queremos una paz en un marco de dignidad, con
seguridad, sin lesionar el Estado Social de Derecho, sólo nos quedó pasar, en
cuestión de horas, de la esperanza a la desesperanza.
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