Desde el asfalto
¿Cincuenta sapos? ¡Si
nos ahogamos con diez!
AnaMercedes Gómez Martínez
Somos muchos quienes
creemos que las zonas de concentración de los guerrilleros de las Farc no
deberían estar en sus áreas de influencia. La razón es que ellos no están en
dichas zonas por casualidad sino porque allí se presentan diversos factores que
tienen que ver con su accionar criminal.
Analicemos una a una,
las diez que salieron publicadas en El Colombiano, advirtiendo que, hasta el
momento de escribir este análisis, este grupo guerrillero está pidiendo que no
sean diez sino 50, que cubrirían prácticamente todo el territorio nacional.
La zona 1 abarcaría
parte de Cauca y de Valle. En esta zona la guerrilla tiene cultivos de hoja de
coca, municiones y minas antipersona, además, recluta menores. Si tiene
cultivos, seguramente también tiene laboratorios de producción de pasta de
coca. Pero lo peor es que es zona estratégica que comunica con el oriente del
país y con el océano Pacífico, por donde sacan alucinógenos y entran armas,
uniformes, munición y otras cosas que puedan necesitar. Mientras tanto, sus
capitales quedan bien guardados quién sabe en qué paraísos fiscales.
La zona 2 estaría en
Meta y Guaviare, Muy cerca de Vaupés, Caquetá, Tolima, Huila y Cauca. Allá pasa
lo mismo que con la Zona 1. Y un agravante: Está El Caguán, terreno que se
conocen palmo a palmo y donde el Alcalde ha denunciado su presencia en labores
extorsivas. De ahí pasan facilito a la región del Sumapaz y a Bogotá. Por ahí
se mueve la Columna Teófilo Forero, la que metió el carro bomba en el Club El
Nogal, que mató a muchos y dejó discapacitadas a personas de distintas edades.
Esta columna también puso la bomba Lapa, tecnología ETA, con la que quisieron
asesinar al ex ministro y periodista Fernando Londoño Hoyos. A él no lo
mataron, pero sí a sus dos escoltas y dejaron decenas de heridos en medio de un
caos destructivo.
La zona 3 queda en
Nariño, frontera con Ecuador, zona invadida de coca, porque en acuerdo con
Rafael Correa, se abandonó la fumigación aérea. Allá también debe haber
laboratorios, porque sacan muy fácilmente la droga por Tumaco, región que
dominan. Los tumaqueños, muy cercanos a Putumayo, zona donde impera la ley de
las Farc, se sienten abandonados por el Gobierno.
La zona 4 queda en un
punto geoestratégico, el mejor de Suramérica, que comparten el Sur de Córdoba,
el Urabá antioqueño y Chocó: El Nudo de Paramillo. Allí tienen un corredor que
los conecta con Chocó, pasando por Mutatá. En cuestión de nada salen al río
Atrato, al Golfo de Urabá en el Caribe colombiano, y a la parte Norte del
litoral pacífico chocoano. Obvio que allá hay toda la cadena de la coca y alianzas
con las peores bacrim, porque negocio es negocio. Desde ahí dominan el Urabá
chocoano, antioqueño y cordobés. Y pasan a Urrao en donde queda La Encarnación,
el sitio en donde asesinaron con un tiro de gracia por la espalda al gobernador
Guillermo Gaviria, a su asesor de paz, el exministro Gilberto Echeverri y a
siete soldados. Hubo un sobreviviente que contó semejante crueldad. En las
estribaciones de las Serranías de Abibe, San Jerónimo y Ayapel, que nacen en el
Paramillo, están Cerro Matoso, productor de ferroníquel y la represa de Urrá.
La zona 5 corresponde a
Norte de Santander, zona limítrofe con Venezuela. Obvio que está toda la cadena
de la coca, municiones y minas antipersonas. Ni para qué decir que es un
corredor para pasar al vecino país, al Sur de Bolívar, al Cesar y a la Guajira.
La zona 6 queda en
Arauca, departamento limítrofe con Venezuela. De todos es sabido que los
guerrilleros pasan la frontera por el río del mismo nombre, como quien pasa de
una calle a otra. Allá también está la cadena de la coca que muy seguramente
sale por Venezuela para distintos puntos del planeta.
La zona 7 queda en los
límites de Tolima y Huila, sitio estratégico para pasar al Valle, a Cauca y al
Meta y todos los antiguos territorios nacionales. En esta zona ha habido
presencia armada y pedagogía modelo Conejo.
La zona 8 queda en
Putumayo, límites con Ecuador y Perú. Allí hay cultivos ilícitos y, cruzando el
río, quedaba el campamento muy bien montado en donde se refugiaba Raúl Reyes,
con vías para llegar hasta Quito. Pero esta zona prácticamente está unida a la
zona 9, Caquetá, donde también están todos los eslabones de la coca y hay
comunicaciones fáciles con Meta y Guaviare, la tristemente famosa región del
Caguán. Hay que advertir que en este lugar las Farc aspiran a tener la República
Independiente de Caquetania, en caso de que su poder no se extienda a todo el
resto del país.
La zona 10 es toda la
Guajira, con su vecina Venezuela, Paraguachón y Conejo. Además, tan vecina de
Cesar, que allí pernoctaron los guerrilleros que, armados hasta los dientes,
hicieron “pedagogía por la paz” a personas llevadas en cantidades de buses.
Toda una logística excelente, que quién sabe a quiénes tuvo detrás para que no
faltara ni un detalle. No olvidemos que en la Guajira está la Drummond que
explota la más grande mina de carbón que tiene Colombia.
De modo que los
colombianos del asfalto tenemos que estar preocupados. Que habrá vigilancia, sí.
Pero no la que tranquilice a los ciudadanos. Tampoco debería tranquilizar a los
guerrilleros. El camino a la paz tiene muchos enemigos y todos estaríamos más
tranquilos si estuvieran bien protegidos.
La mayoría de los habitantes
del país es gente de buena voluntad que quiere una paz, pero no la que se está
pactando en La Habana. Una paz dentro del Estado Social de Derecho, con
Justicia proba, igualdad de oportunidades para quien habite el territorio
nacional y cero impunidad. Que las penas sean cortas, hasta más cortas que las
que tuvieron las autodefensas. Sabemos que tenemos que tragar sapitos y sapos. Pero
no sapotes. Estos no caben por garganta alguna. Acabaríamos todos atragantados,
incluidas instancias internacionales como Human Rights Watch y la Corte Penal Internacional.
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