miércoles, 16 de marzo de 2016

Desde el asfalto
¿Cincuenta sapos? ¡Si nos ahogamos con diez!

AnaMercedes Gómez Martínez


Somos muchos quienes creemos que las zonas de concentración de los guerrilleros de las Farc no deberían estar en sus áreas de influencia. La razón es que ellos no están en dichas zonas por casualidad sino porque allí se presentan diversos factores que tienen que ver con su accionar criminal.

Analicemos una a una, las diez que salieron publicadas en El Colombiano, advirtiendo que, hasta el momento de escribir este análisis, este grupo guerrillero está pidiendo que no sean diez sino 50, que cubrirían prácticamente todo el territorio nacional.

La zona 1 abarcaría parte de Cauca y de Valle. En esta zona la guerrilla tiene cultivos de hoja de coca, municiones y minas antipersona, además, recluta menores. Si tiene cultivos, seguramente también tiene laboratorios de producción de pasta de coca. Pero lo peor es que es zona estratégica que comunica con el oriente del país y con el océano Pacífico, por donde sacan alucinógenos y entran armas, uniformes, munición y otras cosas que puedan necesitar. Mientras tanto, sus capitales quedan bien guardados quién sabe en qué paraísos fiscales.

La zona 2 estaría en Meta y Guaviare, Muy cerca de Vaupés, Caquetá, Tolima, Huila y Cauca. Allá pasa lo mismo que con la Zona 1. Y un agravante: Está El Caguán, terreno que se conocen palmo a palmo y donde el Alcalde ha denunciado su presencia en labores extorsivas. De ahí pasan facilito a la región del Sumapaz y a Bogotá. Por ahí se mueve la Columna Teófilo Forero, la que metió el carro bomba en el Club El Nogal, que mató a muchos y dejó discapacitadas a personas de distintas edades. Esta columna también puso la bomba Lapa, tecnología ETA, con la que quisieron asesinar al ex ministro y periodista Fernando Londoño Hoyos. A él no lo mataron, pero sí a sus dos escoltas y dejaron decenas de heridos en medio de un caos destructivo.

La zona 3 queda en Nariño, frontera con Ecuador, zona invadida de coca, porque en acuerdo con Rafael Correa, se abandonó la fumigación aérea. Allá también debe haber laboratorios, porque sacan muy fácilmente la droga por Tumaco, región que dominan. Los tumaqueños, muy cercanos a Putumayo, zona donde impera la ley de las Farc, se sienten abandonados por el Gobierno.

La zona 4 queda en un punto geoestratégico, el mejor de Suramérica, que comparten el Sur de Córdoba, el Urabá antioqueño y Chocó: El Nudo de Paramillo. Allí tienen un corredor que los conecta con Chocó, pasando por Mutatá. En cuestión de nada salen al río Atrato, al Golfo de Urabá en el Caribe colombiano, y a la parte Norte del litoral pacífico chocoano. Obvio que allá hay toda la cadena de la coca y alianzas con las peores bacrim, porque negocio es negocio. Desde ahí dominan el Urabá chocoano, antioqueño y cordobés. Y pasan a Urrao en donde queda La Encarnación, el sitio en donde asesinaron con un tiro de gracia por la espalda al gobernador Guillermo Gaviria, a su asesor de paz, el exministro Gilberto Echeverri y a siete soldados. Hubo un sobreviviente que contó semejante crueldad. En las estribaciones de las Serranías de Abibe, San Jerónimo y Ayapel, que nacen en el Paramillo, están Cerro Matoso, productor de ferroníquel y la represa de Urrá.

La zona 5 corresponde a Norte de Santander, zona limítrofe con Venezuela. Obvio que está toda la cadena de la coca, municiones y minas antipersonas. Ni para qué decir que es un corredor para pasar al vecino país, al Sur de Bolívar, al Cesar y a la Guajira.

La zona 6 queda en Arauca, departamento limítrofe con Venezuela. De todos es sabido que los guerrilleros pasan la frontera por el río del mismo nombre, como quien pasa de una calle a otra. Allá también está la cadena de la coca que muy seguramente sale por Venezuela para distintos puntos del planeta.

La zona 7 queda en los límites de Tolima y Huila, sitio estratégico para pasar al Valle, a Cauca y al Meta y todos los antiguos territorios nacionales. En esta zona ha habido presencia armada y pedagogía modelo Conejo.

La zona 8 queda en Putumayo, límites con Ecuador y Perú. Allí hay cultivos ilícitos y, cruzando el río, quedaba el campamento muy bien montado en donde se refugiaba Raúl Reyes, con vías para llegar hasta Quito. Pero esta zona prácticamente está unida a la zona 9, Caquetá, donde también están todos los eslabones de la coca y hay comunicaciones fáciles con Meta y Guaviare, la tristemente famosa región del Caguán. Hay que advertir que en este lugar las Farc aspiran a tener la República Independiente de Caquetania, en caso de que su poder no se extienda a todo el resto del país.

La zona 10 es toda la Guajira, con su vecina Venezuela, Paraguachón y Conejo. Además, tan vecina de Cesar, que allí pernoctaron los guerrilleros que, armados hasta los dientes, hicieron “pedagogía por la paz” a personas llevadas en cantidades de buses. Toda una logística excelente, que quién sabe a quiénes tuvo detrás para que no faltara ni un detalle. No olvidemos que en la Guajira está la Drummond que explota la más grande mina de carbón que tiene Colombia.

De modo que los colombianos del asfalto tenemos que estar preocupados. Que habrá vigilancia, sí. Pero no la que tranquilice a los ciudadanos. Tampoco debería tranquilizar a los guerrilleros. El camino a la paz tiene muchos enemigos y todos estaríamos más tranquilos si estuvieran bien protegidos.
La mayoría de los habitantes del país es gente de buena voluntad que quiere una paz, pero no la que se está pactando en La Habana. Una paz dentro del Estado Social de Derecho, con Justicia proba, igualdad de oportunidades para quien habite el territorio nacional y cero impunidad. Que las penas sean cortas, hasta más cortas que las que tuvieron las autodefensas. Sabemos que tenemos que tragar sapitos y sapos. Pero no sapotes. Estos no caben por garganta alguna. Acabaríamos todos atragantados, incluidas instancias internacionales como Human Rights Watch y la Corte Penal Internacional.


  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario