Papá: “Cómo quisiera que
tú vivieras”
AnaMercedes
Gómez-Martínez
Mi querido papá:
Hoy me estás haciendo
mucha falta. ¡Cómo quisiera saber qué estarías pensando al ver, oír y leer lo
que se acaba de firmar en el escenario de La Habana, buscando la esquiva paz
que tanto me enseñaste a buscar!
Recuerdo cuando le decías
a una niña, que no había entrado a kínder, que matarse por ideas es un absurdo.
También me enseñaste la
tolerancia frente a los que piensan distinto. Y me contabas que en el Congreso
eras amigo personal de Jorge Eliécer Gaitán. Que dialogaban mucho y se
enriquecían mutuamente en su pluralismo ideológico, respetando que estaban en
orillas distintas.
Tú fuiste un conciliador
en medio de la violencia política, y por eso explotó una bomba en nuestro
hogar: Era para matarte, pero Dios te protegió para que vivieras muchos años
más. Pero nada te perturbaba, nada te espantaba, como nos enseña la oración de
Teresa de Ávila. No se te ocurrió emigrar sino resistir.
Cómo me acuerdo de tu
biblioteca repleta de libros sobre Simón Bolívar. Te encantaba. Quizás
influiste para que la universidad de la cual eres fundador se llamara la
Católica Bolivariana.
Tu concepción de Bolívar
no era la que hoy manipulan los izquierdistas. Eras fiel al auténtico
pensamiento bolivariano. Y me recomendaste leer el que considerabas el mejor
libro sobre nuestro Libertador: el del doctor Indalecio Liévano Aguirre.
Recuerdo que fuiste
profesor fundador de la Bolivariana y dictabas Derecho Constitucional. Lo
hacías ad honorem hasta entrados los años 60 del siglo pasado. La Universidad
había sido fundada en 1936.
No eras dogmático, pero
tampoco una veleta. Enunciabas tus principios con serenidad y firmeza.
Desde el colegio me
enseñaron a estudiar la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Y cuando entré
a la universidad seguí estudiando contigo las nuevas encíclicas sociales y los
documentos pontificios que surgieron del Concilio Vaticano II.
Recuerdo, como si fuera
hoy, que analizamos el documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana,
Celam, de 1968. De ahí surgió la Teología de la Liberación a la que se
acogieron tantos sacerdotes católicos que terminaron justificando la violencia
para lograr la justicia social.
Como yo era una joven
estudiante, algo romántica, o tal vez mucho, llegué a creer que esa Teología
era la que necesitaba Latinoamérica y quizás el mundo para lograr salir de la
pobreza.
¡Qué diálogos los que
teníamos! Pero con tus argumentos serios y reposados me convenciste de que ese
no era el camino. Que el marxismo y la doctrina social de la Iglesia no
encajaban. Que en el Evangelio y las Bienaventuranzas estaba nuestra hoja de
ruta para lograr una comunidad más justa y con igualdad de oportunidades para
todos.
A ti te tocó la llamada
“bonanza marimbera” y la mafia que exportaba coca y prendía una vela a Dios y
otra al diablo.
La mayoría se exportaba.
Pero hubo algunos de la élite, especialmente bogotana, que empezaron a
consumirla. Te cuento con dolor que hoy Colombia no sólo envía cocaína sino que
es, otra vez, un mar de coca y laboratorios.
Y ¡qué preocupación!: ya
gente inescrupulosa ofrece confites untados de droga a los niños para volverlos
adictos. Y algo más triste: ahora Colombia no sólo es productor sino consumidor
de alucinógenos.
Pero volvamos al
principio: Tú, constitucionalista, periodista y político apegado a la ética, el
patriotismo y la verdad. Tú que nos diste ejemplo de disciplina, orden,
coherencia y principios bien arraigados. ¿Estarías hoy de acuerdo con lo que se
firmó en La Habana con las Farc?
Te cuento que las Farc
se convirtieron en el grupo narcoterrorista con la tercera mayor riqueza del
mundo. Que han cometido delitos de lesa humanidad. Que han usado armas no
convencionales. Que han reclutado niños, secuestrado por plata y por política y
mantenido a sus rehenes por años en cárceles que más bien parecen campos de
concentración en medio de la más inhóspita selva.
En La Habana hoy se
firmó que van a estar en varias zonas. Que los inmersos en delitos atroces no
pagarán cárcel. Yo no creo que haya que dejarlos los años que les habían
imputado, pero sí que paguen algo, dentro de la generosidad del pueblo
colombiano, porque la impunidad total es un mal ejemplo y una injusticia con
otros presos que están entre rejas por delitos menos horrorosos.
Pero algo más. El
Acuerdo no habla del delito del narcotráfico, la perversión mayor de la
situación colombiana. Sí habla de 23 veredas en las que se concentrarán y 9
campamentos. Al ver el mapa, constato que la mayoría coinciden con zonas
sembradas de coca, de laboratorios, de actividades ilegales de minería o en
límites con la Venezuela de Maduro, el Ecuador de Rafael Correa y nuestro
querido Urabá. ¿No crees que fueron estratégicamente escogidas?
Y como Constitucionalista
te vas a aterrar: la
mayoría del Congreso le
dio poderes
prácticamente
dictatoriales a Santos. Y el
Congreso ha quedado como
simple notario de lo
que él y sus áulicos y románticos
hagan.
Te va a aterrar también
que lo que se acordó y se acordará en La Habana entra al bloque de
Constitucionalidad. Será parte de esa inmensa colcha de retazos que es la Carta
de 1991. Y algo más: tendrá rango supraconstitucional y será depositado en
Suiza.
¿Por qué? Me
preguntarías. Pues porque tomaron los numerales terceros de los dos Acuerdos de
Ginebra, numerales que regulan el Derecho de Guerra, en términos actuales, el
DIH, y resolvieron que aplicaban para estos acuerdos.
¿No crees que vamos a
tener la Constitución más larga y disfuncional del mundo, que generará más
conflictos que soluciones? ¿Una especie de galimatías?
Hemos admirado, por breves,
la Carta Magna inglesa y la Constitución de Estados Unidos. Una Constitución
debe ser corta, estudiamos: Apenas el marco de mínimos. De lo demás se debe
encargar la Ley.
Tú no aguantaste la toma
del Palacio de Justicia por parte del M-19 para hacerles el favor a los
autodenominados “extraditables” cuyo líder era Pablo Escobar. Ese fue tu último
día en el medio en el que dejaste el alma. Trataste de escribir, pero no fuiste
capaz. Fue tu enfermedad final. Ahora, desde la Plenitud, ilumíname. Veo el
futuro de mi país tan oscuro, que, “cómo quisiera que tú vivieras” para que
reflexionáramos juntos, pensando en el bien de todos los colombianos de hoy y
de mañana.
¡Hasta luego, querido
papá!
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