¿Qué hacer frente al
terrorismo y fanatismo globalizados?
AnaMercedes
Gómez-Martínez
El martes 28 de junio
fue un día de tristes y duras noticias.
Ya sabemos que ISIS, el autodenominado
Estado Islámico y Al Qaeda están asesinando cristianos por cuenta de un
fanatismo en el que se unen el poder político y el religioso para justificar
sus matanzas.
Unir política y religión
es muy grave y ha dejado amargas experiencias en la historia de la humanidad.
Baste recordar con dolor
los ataques en París, en el aeropuerto de Bruselas, en Orlando y, si nos vamos
más atrás en la línea del tiempo, en Madrid, en Londres, en Nueva York y
Washington el 11 de septiembre de 2001, y en Münich, a los atletas israelíes que
participaban en los Juegos Olímpicos de 1972. ¡Éstos sólo pararon un día!
Pero hay muchos más
ataques y genocidios. No puedo olvidar lo que sentí en Ruanda cuando el
genocidio de 1994, atizado por medios de comunicación que pasaban este tipo de
mensajes: “Mate a un tutsi y haga un bien a la Patria”. Y produjeron una locura
colectiva entre hutus y tutsis, quienes hasta ese momento compartían escuelas,
puestos de trabajo, vecindarios y eran amigos.
Ante este genocidio, el
mundo reaccionó tarde, incluida la ONU. Todavía hoy, no sabemos cuántos muertos
hubo. Pero se calculan entre 500 mil y un millón.
¿Cómo es que ha corrido
tanta sangre, desde hace tanto tiempo y ha habido tanta indiferencia e
insolidaridad?
Pero el martes tres
noticias me dejaron perpleja.
Primero recibí un video
de una amiga de origen catalán en el que mostraban el bello Monasterio de las
montañas de Montserrat, cerca de Barcelona, en el que se anuncia una “Ley de
Actividades Religiosas” que dejaría en manos de los alcaldes de Cataluña el
permitir o no que se celebren actos religiosos en las iglesias, centros de
culto y, más aún, en las calles.
No tener el permiso de
un alcalde, su licencia, que puede darla o no, puede ser un delito si se hacen
procesiones, se reúne gente en algún parque para orar, cantar o hacer romerías.
El Ayuntamiento, dice el
proyecto de ley, tendrá que tener en cuenta el criterio de “proporcionalidad
con la población del término municipal”.
Según el video, esto
significa “que no se darán licencias o que se quitarán licencias en municipios
que no tengan un segmento significativo de fieles, con respecto a la población
de ese municipio, que justifique el desempeño de dicha actividad”.
“Por este criterio,
muchísimas parroquias pueden ser cerradas en cuanto se publique la ley en el
Boletín de la Generalidad”. Esto pasaría, de ser aprobada.
“¿Qué significa todo
esto? Que en Cataluña la persecución abierta contra el cristianismo y los
cristianos está a punto de empezar otra vez.”
También los alcaldes
pueden cerrar iglesias o no dar permiso para que se construyan otras nuevas.
Por qué, reflexioné.
¿Acaso Cataluña no tiene libertad de cultos y las personas deberían poder tener
la libertad de asistir a ceremonias religiosas, siempre y cuando lo hagan en
paz y sin afectar el orden público y la tranquilidad ciudadana?
Pero hubo otra noticia
que circuló por las redes sociales. No parece totalmente cierta, pues Monseñor
Parra ya no es el Obispo de Mocoa. Lo es Monseñor Luis Albeiro Maldonado y de
su despacho contestaron que sí hubo en el pasado recomendaciones de las Farc
para no hacer actos fuera de las iglesias, pero que no ha habido nada nuevo.
Esperamos que así continúe y en el llamado posconflicto no pase lo que pasó y
sigue pasando en Cuba.
Sobre lo que suceda en
el llamado posconflicto hay muchas inquietudes, que se acrecientan al escuchar al
Procurador General, Alejandro Ordóñez Maldonado, en charla dada el jueves 30 en
la Universidad Pontificia Bolivariana.
La esquiva paz depende,
principalmente, de la actitud de los grupos narco guerrilleros frente a un país
que ha sido generoso en demasía con ellos. Hasta el punto de que los
negociadores en La Habana les han prometido que lo acordado y por acordar será
parte de la Constitución y que tendrá carácter de acuerdo supraconstitucional.
Dios quiera que ellos
quieran cumplir en cuanto a la entrega de las armas y de toda la información de
la cadena de narcóticos.
También, en cuanto a que
no volverán a delinquir, a traficar con droga, a secuestrar, a reclutar menores
y que habrá desminado, reparación a las víctimas y libertades dentro del Estado
de Derecho que es Colombia.
Pero no dicen nada de
las milicias urbanas que se calculan, según el Procurador General, en 7.755
personas. ¿Tendrán armas? Muy seguramente, sí. Recordemos las palabras de JMSantos
en el Foro Económico Mundial, celebrado recientemente en esta golpeada ciudad
de Medellín.
Pero volvamos al martes:
Preocupada, encendí el televisor, y vi lo que acababa de pasar en el aeropuerto
Atatürk, en Estambul.
Otra vez uno de estos
grupos fundamentalistas acababa de producir una masacre en el Terminal
Internacional, a una hora en que salen muchos vuelos, porque es un centro de
conexiones, o hub, muy importante, porque Turquía es el país que históricamente
ha sido y sigue siendo el punto geoestratégico de unión entre Oriente y
Occidente. Este atentado se suma a varios otros que ha habido en suelo turco.
Definitivamente, como
decía esta mañana en “La hora de la verdad” un experto: el terrorismo está
globalizado, hay conexiones entre los distintos grupos y no hay rincón libre de
esta terrible amenaza.
¿Cómo puede pasar todo
esto en nuestro pequeño mundo que es el planeta Tierra? ¿En qué hemos fallado? ¿Cuál
es la solución?
¿Quién o qué podrá
salvarnos del terrorismo y el fanatismo internacionales? Fueron preguntas que
se agolparon en mi cabeza sin encontrar respuesta.
Después de mucho pensar
creo que puede haber una solución, si nos unimos todos los que no aceptamos
ningún fanatismo, sea de izquierda o de derecha y, aprovechando la facilidad de
las comunicaciones actuales, empezamos un movimiento que busque el
entendimiento entre las personas y los pueblos, el respeto por las ideas
distintas y rechace todas las formas de violencia, vengan de donde vinieren.
Un movimiento que sume
las ideas de grandes seres que han vivido o viven en este pequeño punto de un
inmenso universo: Jesús de Nazaret, Mahatma Gandhi, Buda, El Dalai Lama y los
monjes tibetanos, Abraham Lincoln, Benjamín Franklin, Martin Luther King, Santa
Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, el Obispo Desmond Tutu, el Papa Juan XXIII,
San Juan Pablo II y nuestra Santa, Laura Montoya.
Junto a ellos hay tantos
seres humanos anónimos que están dejando o han dejado una huella indeleble en
el entorno en el que viven o vivieron por tener o haber tenido unas vidas
ejemplares.
Todos ellos suman muchas
cualidades. Resalto: el amor
incondicional, la armonía dentro de sí mismos y con las criaturas que les han
rodeado o les rodean, el respeto por el otro, su solidaridad con las pequeñas y
grandes causas que busquen el bien común y la entrega total, con vocación de
servicio.
Creo que sólo un
movimiento universal, en el que no haya fronteras de ningún tipo, podrá salvar
y ser luz para este pequeño punto, el planeta Tierra, parte infinitesimal de un
Universo infinito que ni el más potente telescopio logra abarcar.
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