viernes, 24 de junio de 2016

Papá: “Cómo quisiera que tú vivieras”

AnaMercedes Gómez-Martínez

Mi querido papá:
Hoy me estás haciendo mucha falta. ¡Cómo quisiera saber qué estarías pensando al ver, oír y leer lo que se acaba de firmar en el escenario de La Habana, buscando la esquiva paz que tanto me enseñaste a buscar!

Recuerdo cuando le decías a una niña, que no había entrado a kínder, que matarse por ideas es un absurdo.

También me enseñaste la tolerancia frente a los que piensan distinto. Y me contabas que en el Congreso eras amigo personal de Jorge Eliécer Gaitán. Que dialogaban mucho y se enriquecían mutuamente en su pluralismo ideológico, respetando que estaban en orillas distintas.

Tú fuiste un conciliador en medio de la violencia política, y por eso explotó una bomba en nuestro hogar: Era para matarte, pero Dios te protegió para que vivieras muchos años más. Pero nada te perturbaba, nada te espantaba, como nos enseña la oración de Teresa de Ávila. No se te ocurrió emigrar sino resistir.

Cómo me acuerdo de tu biblioteca repleta de libros sobre Simón Bolívar. Te encantaba. Quizás influiste para que la universidad de la cual eres fundador se llamara la Católica Bolivariana.

Tu concepción de Bolívar no era la que hoy manipulan los izquierdistas. Eras fiel al auténtico pensamiento bolivariano. Y me recomendaste leer el que considerabas el mejor libro sobre nuestro Libertador: el del doctor Indalecio Liévano Aguirre.

Recuerdo que fuiste profesor fundador de la Bolivariana y dictabas Derecho Constitucional. Lo hacías ad honorem hasta entrados los años 60 del siglo pasado. La Universidad había sido fundada en 1936.

No eras dogmático, pero tampoco una veleta. Enunciabas tus principios con serenidad y firmeza.

Desde el colegio me enseñaron a estudiar la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Y cuando entré a la universidad seguí estudiando contigo las nuevas encíclicas sociales y los documentos pontificios que surgieron del Concilio Vaticano II.

Recuerdo, como si fuera hoy, que analizamos el documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, Celam, de 1968. De ahí surgió la Teología de la Liberación a la que se acogieron tantos sacerdotes católicos que terminaron justificando la violencia para lograr la justicia social.

Como yo era una joven estudiante, algo romántica, o tal vez mucho, llegué a creer que esa Teología era la que necesitaba Latinoamérica y quizás el mundo para lograr salir de la pobreza.

¡Qué diálogos los que teníamos! Pero con tus argumentos serios y reposados me convenciste de que ese no era el camino. Que el marxismo y la doctrina social de la Iglesia no encajaban. Que en el Evangelio y las Bienaventuranzas estaba nuestra hoja de ruta para lograr una comunidad más justa y con igualdad de oportunidades para todos.

A ti te tocó la llamada “bonanza marimbera” y la mafia que exportaba coca y prendía una vela a Dios y otra al diablo.

La mayoría se exportaba. Pero hubo algunos de la élite, especialmente bogotana, que empezaron a consumirla. Te cuento con dolor que hoy Colombia no sólo envía cocaína sino que es, otra vez, un mar de coca y laboratorios.

Y ¡qué preocupación!: ya gente inescrupulosa ofrece confites untados de droga a los niños para volverlos adictos. Y algo más triste: ahora Colombia no sólo es productor sino consumidor de alucinógenos.

Pero volvamos al principio: Tú, constitucionalista, periodista y político apegado a la ética, el patriotismo y la verdad. Tú que nos diste ejemplo de disciplina, orden, coherencia y principios bien arraigados. ¿Estarías hoy de acuerdo con lo que se firmó en La Habana con las Farc?

Te cuento que las Farc se convirtieron en el grupo narcoterrorista con la tercera mayor riqueza del mundo. Que han cometido delitos de lesa humanidad. Que han usado armas no convencionales. Que han reclutado niños, secuestrado por plata y por política y mantenido a sus rehenes por años en cárceles que más bien parecen campos de concentración en medio de la más inhóspita selva.

En La Habana hoy se firmó que van a estar en varias zonas. Que los inmersos en delitos atroces no pagarán cárcel. Yo no creo que haya que dejarlos los años que les habían imputado, pero sí que paguen algo, dentro de la generosidad del pueblo colombiano, porque la impunidad total es un mal ejemplo y una injusticia con otros presos que están entre rejas por delitos menos horrorosos.

Pero algo más. El Acuerdo no habla del delito del narcotráfico, la perversión mayor de la situación colombiana. Sí habla de 23 veredas en las que se concentrarán y 9 campamentos. Al ver el mapa, constato que la mayoría coinciden con zonas sembradas de coca, de laboratorios, de actividades ilegales de minería o en límites con la Venezuela de Maduro, el Ecuador de Rafael Correa y nuestro querido Urabá. ¿No crees que fueron estratégicamente escogidas?
  
Y como Constitucionalista te vas a aterrar: la
mayoría del Congreso le dio poderes
prácticamente dictatoriales a Santos. Y el
Congreso ha quedado como simple notario de lo
que él y sus áulicos y románticos hagan.

Te va a aterrar también que lo que se acordó y se acordará en La Habana entra al bloque de Constitucionalidad. Será parte de esa inmensa colcha de retazos que es la Carta de 1991. Y algo más: tendrá rango supraconstitucional y será depositado en Suiza.

¿Por qué? Me preguntarías. Pues porque tomaron los numerales terceros de los dos Acuerdos de Ginebra, numerales que regulan el Derecho de Guerra, en términos actuales, el DIH, y resolvieron que aplicaban para estos acuerdos.

¿No crees que vamos a tener la Constitución más larga y disfuncional del mundo, que generará más conflictos que soluciones? ¿Una especie de galimatías?

Hemos admirado, por breves, la Carta Magna inglesa y la Constitución de Estados Unidos. Una Constitución debe ser corta, estudiamos: Apenas el marco de mínimos. De lo demás se debe encargar la Ley.

Tú no aguantaste la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 para hacerles el favor a los autodenominados “extraditables” cuyo líder era Pablo Escobar. Ese fue tu último día en el medio en el que dejaste el alma. Trataste de escribir, pero no fuiste capaz. Fue tu enfermedad final. Ahora, desde la Plenitud, ilumíname. Veo el futuro de mi país tan oscuro, que, “cómo quisiera que tú vivieras” para que reflexionáramos juntos, pensando en el bien de todos los colombianos de hoy y de mañana.


¡Hasta luego, querido papá!

viernes, 10 de junio de 2016

La Resistencia Civil merece respeto
AnaMercedes Gómez-Martínez

No es justo sindicar de paramilitares, (cuyo nombre debería ser autodefensas, como ellos mismos se denominaron), a quienes hemos promovido una resistencia civil, pacífica y ordenada y hemos recogido firmas para decirle NO al cheque en blanco que la mayoría del Congreso de la República les ha dado a J.M. Santos y a los guerrilleros que están negociando o negociarán con él.

Todas las generalizaciones tienen muchas veces un alto nivel de irresponsabilidad peligrosa, por no decir la mayoría de las veces o todas las veces.

Es como si los promotores de la Resistencia Civil dijésemos que todos los que apoyan el proceso del presidente Santos con las Farc en La Habana y con el Eln, en Ecuador, son guerrilleros y narcoterroristas. No todos lo son y sería injusto señalarlos de tales.

Sin embargo, hay muchos cercanos al gobierno Santos que han resuelto tildarnos de autodefensas, neonazis, fascistas, responsables de múltiples crímenes.

No sé si lo harán por desespero o por ignorancia.

¿Acaso no han leído la opinión de muchos constitucionalistas, (incluso cercanos a J.M. Santos), afirmando que esto es una dictadura y que con el cheque en blanco se les está dando a sus promotores unas facultades inconstitucionales que, además, quieren volver supraconstitucionales para darles el carácter de tratado internacional, lo cual es imposible en un Estado de Derecho?

Lo triste y sorprendente es que muchos de quienes hacen semejantes sindicaciones irresponsables y peligrosas deambulan por los corredores del Palacio de Nariño. Está bien que quieran defender a su familiar o coequipero de esta peligrosa aventura, pero que lo hagan con argumentos serios, si es que los encuentran.

También es triste que lo hagan periodistas valiéndose de la caja de resonancia que tienen, pero olvidando las normas éticas que rigen su profesión.

De los anónimos se puede esperar todo. Precisamente se escudan en una máscara, o en la invisibilidad, para sostener lo que no serían capaces de sostener de frente y mirando a los ojos de quienes piensan distinto.

No hay nada más peligroso e irresponsable que esas opiniones fantasmas. Son como quienes se ponen pasamontañas para que nadie vea su rostro.

Vuelvo a recordar a algunos personajes de la historia que ejercieron el derecho a la resistencia civil y pacífica y lograron grandes cambios en la comunidad y el momento en que vivieron.

Jesucristo hizo resistencia civil para acabar con la hipocresía que había entre los israelitas de su tiempo.

Fue crucificado, pero no hay nada más bello que leer el Evangelio y el Sermón de las Bienaventuranzas.

De seguir sus enseñanzas con convicción y fuerza pacífica, el mundo no estaría como está hoy. Creo que nadie se atrevería a clasificar a Jesús como un promotor de la muerte de aquellos a quienes criticó. Todo lo contrario: su palabra fue y es de amor, compasión y conversión.

Y que no venga ahora nadie a ponerlo como modelo de los horrores que está viviendo el mundo y la Colombia de hoy.

Al revés: en pleno Siglo XXI vemos que los fundamentalistas están matando a los cristianos, que lo único que hacen es seguir a Jesús de Nazareth y predicar el amor verdadero, la dignidad humana y la convivencia en un marco de pluralismo ecuménico.

Otra persona llena de Dios en sí, (y que me perdonen los ateos), fue Mahatma Gandhi. Él llamó a la resistencia pacífica para liberar a la India del yugo inglés. Y lo logró. Desgraciadamente un loco fanático acabó con su vida, pero su sangre no fue derramada en vano.

Sin salir de la India, no puedo dejar de pensar en Teresa de Calcuta. “Una santa de nuestros tiempos”, fue el título premonitorio de una carátula de la revista estadounidense Time. Sor Teresa entregó su vida a los más pobres de los pobres y a los más enfermos de los enfermos en un país de conformismo, y rescató su dignidad. Ella no hizo política, como tradicionalmente se conoce, pero hizo la revolución del amor.

Y más al Oriente los Monjes del Tibet resisten frente al poderío de China que históricamente ha querido que su refugio siga su modelo comunista.

 

En Suráfrica, Monseñor Desmond Tutu vivió en carne propia los horrores del aparheid, con resistencia pacífica, pero siempre invocó a Dios y logró, con la ayuda de otros, eliminar esa injusta discriminación.

Y haciendo eco a las palabras de Martin Luther King. Tutu escribe­: “Dios te dice,´Tengo un sueño. Por favor, ayúdame a hacerlo realidad. Sueño con un mundo en donde la fealdad, la pobreza y la miseria, las guerras y la hostilidad, la ambición y la competencia deshonesta, la alienación y la discordia sean transformadas en todo lo contrario, un mundo en el que haya más risa, alegría y paz, donde haya justicia, bondad, compasión, amor, solidaridad y armonía. Yo sueño con que mis hijos sepan que son miembros de una sola familia, de la familia humana, de la familia de Dios, de mi familia´”.

Ernesto Sábato en su libro “La Resistencia” manifiesta que “La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias, pero, a la vez, o por eso mismo, millones de hombres y mujeres se sacrifican para cuidar a los más desventurados. Ellos encarnan la resistencia.

Y agrega: “Se trata ahora de saber, como dijo Camus, si su sacrificio es estéril o fecundo, y éste es un interrogante que debe plantearse en cada corazón, con la gravedad de los momentos decisivos”.

Otro que hizo resistencia civil pacífica para reivindicar los derechos de los negros estadounidenses fue Martin Luther King, quien dedicó su vida, hizo la más grande marcha en Washington D.C. en donde pronunció su famoso discurso: “I have a dream”. Fue asesinado en 1968, pero logró sus sueños en bien de los negros.

Acá en Colombia, recordé hace una semana, el paro general convocado por Don José Gutiérrez Gómez que terminó con la dictadura del Jefe Supremo Gustavo Rojas Pinilla.

Para terminar, quiero que reflexionemos sobre si alguna de las personas mencionadas, que hicieron y hacen resistencia civil pacífica, puede ser tildada de violenta, neonazi, fascista o paramilitar asesina. Ninguna.

Entonces hago un llamado a la tolerancia en Colombia a la Resistencia Civil Pacífica que congrega no sólo a miembros del Centro Democrático, cuyo líder es Álvaro Uribe Vélez, sino a muchos inconformes con lo que se está decidiendo en La Habana a espaldas de los colombianos.

Este es el país de los rumores que parece hacerle caso al dicho “calumniad, calumniad, que de la calumnia algo queda”. Dicen que Álvaro Uribe y su hermano son paramilitares. Nada más alejado de la verdad.


También, que quienes estamos en Resistencia Civil no queremos la paz. SÍ la queremos. No pedimos que los narcoterroristas inmersos en delitos de lesa humanidad se pudran en una cárcel, pero que paguen algo de su tiempo en prisión, que dejen el narcotráfico, entreguen toda la información al respecto y ayuden con sus capitales al desminado y a la reparación de las víctimas. Esa es nuestra paz y por ella seguiremos trabajando. Estoy en Resistencia Civil.¡Firme!

miércoles, 1 de junio de 2016

Más allá de las marchas:
¡Cómo hace de falta Don Guty!

AnaMercedes Gómez-Martínez

Como el año próximo se cumplen en nuestro país sesenta años de la caída del dictador Rojas Pinilla, me parece pertinente recordar los actos que llevaron a que él dejara el poder.

Han pasado tres generaciones y la mayoría de quienes nacieron en ese lapso no tienen ni idea de lo que ocurrió.

El General Gustavo Rojas Pinilla llegó al poder apoyado por los dos partidos tradicionales en un momento crítico de la vida nacional. El presidente, Laureano Gómez, había encargado de la presidencia al doctor Roberto Urdaneta Arbeláez. Era el 13 de junio de 1953.

El país todavía sufría los rezagos de la llamada Violencia Política, unos años absurdos en los que reinaba la intolerancia y los conservadores extremistas mataban a los liberales, y los liberales radicales mataban a los conservadores. Unos y otros lo hacían por fanatismo ideológico.

Colombia vivía el terrible absurdo de asesinarse unos a otros por pensar distinto.

Los conciliadores de ambos lados sufrían el embate criminal de sus propios copartidarios.

Estallaron las primeras bombas en Medellín. Una, en la casa del doctor Alberto Jaramillo Sánchez, el más destacado conciliador entre los liberales. Y otra, en nuestro hogar, pues los extremistas conservadores, o godos, no aceptaban que Fernando Gómez Martínez, mi padre, dijera una y otra vez que matarse por política era un absurdo.

Además, no le perdonaban el salirse de la directriz oficial de su partido y haber votado Sí a la Reforma del Concordato de 1942. Decía él que uno no podía ser “más papista que el Papa”.

Por todo esto lo llamaban “patiamarillo” en política y en religión. Y tronaban algunos medios y uno que otro púlpito. Era, pues, un hombre incómodo para la Colombia del Siglo XX.  

Sé que la bomba en mi hogar fue puesta por los godos, pues su autor material fue, unos años después, donde mi padre para que lo perdonara.

Al no saber mi padre de qué lo debía perdonar, pues jamás había visto esa cara, le preguntó al señor al respecto y éste le contestó que era un joven Policía y se dejó comprar por unos pesos. Que la orden era matarlo.

Mi padre le preguntó quiénes eran los autores intelectuales del crimen, y el señor le dijo que el ala más radical del conservatismo antioqueño.
Esta historia que tiene un bello y humano final será motivo de alguna otra columna.

Pero volvamos al tema de la caída de Rojas Pinilla. Resulta que él empezó bien su gestión, pero como el poder engolosina, se convirtió en un dictador. Ya exigía que le llamaran Jefe Supremo y amplió su mandato sin el voto popular. Mientras tanto censuraba a la prensa y les hacía la vida imposible a quienes consideraba sus enemigos.

La situación reunió a prácticamente todos los estamentos de la sociedad colombiana bajo el liderazgo del Presidente de la Andi, que en ese tiempo tenía sede en Medellín. Me refiero al doctor José Gutiérrez Gómez, Don Guty. Tío abuelo del actual ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas Santa María, que resultó bien distinto a su pariente. Pero la línea Cárdenas Gutiérrez y Cárdenas Santa María merece otro artículo, que algún día será escrito.

Pues el doctor José Gutiérrez Gómez lideró el paro general de la industria. También se paralizaron el comercio y la banca. Los estudiantes dejaron de ir a las universidades y colegios y ayudaban a la estrategia que era sacar de su puesto al atornillado Dictador.

El país entero apoyó el paro general y prolongado. Los medios no temieron las represalias. Los industriales y comerciantes prefirieron dejar de ganar con el fin de alcanzar un bien mayor: que se acabara la dictadura. Los estudiantes organizados pasaban la voz y los comunicados. Y las personas del asfalto apoyaron la parálisis.

Ante esta situación, el Jefe Supremo no tuvo de otra que entregar el poder a una Junta de cuatro Generales y un Contraalmirante y salir del país el 10 de mayo de 1957.

La gente se volcó a las calles a festejar. El gobernador de Antioquia, el militar Gustavo Quintero Santofimio, sacó a la tropa para que disparara. Hubo muertos, pero el pueblo no se doblegó. Tuvo que abandonar la Gobernación por órdenes superiores.

En1956 se reunieron en España el ex presidente Laureano Gómez Castro y el liberal Alberto Lleras Camargo y firmaron la Declaración de Benidorm. En 1957 ambos firmaron el Pacto de Sitges.

Basados en él, se creó el Frente Nacional para trabajar unidos por volver al orden democrático. Hubo paridad en el Congreso y alternancia de la presidencia por diez y seis años, como mecanismos para lograrlo.

De este modo, Colombia dejó atrás la violencia política. Sin embargo surgieron las guerrillas actuales y, como respuesta, las autodefensas.

Hubo relativa paz, pero, lo que fue bueno para el mundo, tuvo consecuencias nefastas para Colombia: Al colapsar la URSS, Cuba dejó de tener ayuda, lo mismo que las guerrillas colombianas.

Por tal motivo surgieron las alianzas con el narcotráfico para actos terribles. El preámbulo fue el Holocausto del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985.

Para financiarse, las guerrillas recurrieron al secuestro extorsivo, sumado al político, y a la siembra y procesamiento de la hoja de coca.

Para comercializar la cocaína se unen guerrillas y bandas criminales. El panorama hoy es sombrío:

El narcotráfico ya prácticamente es delito conexo con el político. Y lo acordado y por acordar en La Habana -y seguramente con el Eln- tendrá rango supraconstitucional.

Para ello se apoyan en el Artículo Tercero, común a los dos Acuerdos de Ginebra que sólo debe referirse al Derecho Internacional Humanitario, DIH.

Como lo han dicho muchos, pero resalto al Procurador General de la Nación, esto es un golpe de Estado.

Todos los colombianos queremos la paz, pero dentro del Estado de Derecho, sin impunidad, (aceptamos penas mínimas, pero privativas de la libertad para quienes han cometido delitos de lesa humanidad). No aceptamos que estas personas no entreguen sus armas y puedan llegar al Congreso u otro cargo público. Para los guerrilleros rasos, toda la generosidad.

Queremos una justicia proba y para nada politizada. Quizás el Ministro de Defensa deba volver a ser un miembro de las Fuerzas Armadas para erradicar la politización de este ministerio.

No queremos que egos inflados permitan que a Colombia la atenacen las llamadas Zonas de Reserva Campesina. Ni que las pautas las den los guerrilleros en acople perfecto con esa élite bogotana que popularmente ha sido llamada “los guerrilleros del Chicó”.

Tampoco queremos que en estas zonas no pueda estar la institucionalidad. Ni un centímetro de Colombia debería estar por fuera de ella, como pasa ahora en el Catatumbo y lo ha dicho con claridad la valiente periodista Salud Hernández-Mora.

Habrá firmas y más marchas, pero eso no basta. Quizá necesitemos un José Gutiérrez Gómez del Siglo XXI para que erradique de Colombia, con la ayuda de personas influyentes y valientes, el obsoleto Socialismo del Siglo XXI inspirado en los hermanos Castro y en Hugo Chávez, el que fue el nuevo mejor amigo del inquilino de la Casa de Nariño.


¿Será posible?