Quedémonos y actuemos
AnaMercedes
Gómez-Martínez
En el proceso de
negociación de La Habana quienes hablan claro son los narcoterroristas. Por tal
motivo empezaré con una cita textual de lo expresado por alias Iván Márquez el
jueves 12 del presente mes de mayo, el mismo día que salió a la luz el acuerdo
entre el gobierno de Juan Manuel Santos y el mencionado grupo narcoterrorista.
Como lo oí y desgrabé, la puntuación es mía, pero creo ser fiel:
“Nuestro propósito es el
Socialismo. De eso no debe caber ni la menor duda en nadie, porque sabemos que
ese es el sistema que nos va a dar verdadera democracia, justicia social, paz
estable y duradera y soberanía y, sobre todo, dignidad, ya que el Socialismo es
dignidad”.
Primero hay que pensar
sobre a qué Socialismo se refieren. Creo que no al sueco ni al español en donde
hay estímulo a la empresa privada, libertad de expresión, libertad de
pensamiento. Donde no hay secuestros extorsivos ni cultivos de coca ni procesamiento
para sacar cocaína que inunda al país y al mundo, produciendo serios e
irreversibles daños a la salud mental y física.
En estos países se ataca
al terrorismo. Baste pensar en la actitud del Psoe y el pueblo de la tierra
cervantina frente a las acciones de ETA. Allá duele que asesinen a un juez, a
cualquier ser humano. Allá hay protestas masivas cuando ETA mata.
Creo no equivocarme si
digo que se refieren al Socialismo del Siglo XXI, respaldado por el Foro de Sao
Paulo, el partido comunista criollo, (tanto el visible como el que está en la
sombra o Partido Comunista Clandestino, PCC), el Castro chavismo, (obviamente
inspirado por los hermanos Castro), Maduro, Correa en Ecuador, Evo Morales en
Bolivia, Dilma Roussef y Lula Da Silva en Brasil, los Kirchner en Argentina,
Michelle Bachelet en Chile y Ortega en Nicaragua, para mencionar a los más
protagónicos.
Este Socialismo del
Siglo XXI está en crisis en todos los países mencionados. Sin embargo, es el
que quieren imponer en Colombia JM Santos, las Farc, y los equipos negociadores
respectivos. Esto, con el apoyo de unos pocos cándidos y románticos europeos y
parte de la iglesia Católica, igual de cándida y romántica.
No importa que Santos
carezca de gobernabilidad, que su gestión sea aprobada apenas por el 13% de los
colombianos. No importa que la favorabilidad de las Farc y el Eln esté lejos de
los dos dígitos. No importa que la mayoría no crea en este proceso de
negociación.
O mejor, sí importa. Por
eso han hecho las cosas como las han hecho: violando la Constitución y las
Leyes colombianas. Tomando el Artículo Tercero, común a los Acuerdos de Ginebra
que se refiere al Derecho Internacional Humanitario y nada más.
Pretenden que lo
acordado entre al bloque de Constitucionalidad, sin pasar por los ocho debates
reglamentarios en la Cámara y el Senado. Que sea considerado un tratado que
esté por encima de la Carta del 91 y para nada tenga que ir al pueblo, el
Constituyente Primario, para su aprobación o rechazo.
Es tan absurdo lo
definido en La Habana que constitucionalistas cercanos a Santos o
independientes lo han rechazado. Menciono unos pocos: Juan Carlos Esguerra
Portocarrero, Alfonso Gómez Méndez, José Gregorio Hernández.
Y ni qué hablar de
constitucionalistas que han venido alertando sobre lo que se nos venía encima
como Rafael Nieto Loaiza, Fernando Londoño Hoyos, Jesús Vallejo Mejía, José
Alvear Sanín.
Dirán algunos que se
cede para cumplir el Artículo 22 de la Constitución de 1991 que dice que “la
paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Esto no significa
que sea cualquier paz y a cualquier precio.
Tampoco, que sea
acabando con el Estado de Derecho y dejando a la narco guerrilla que defina el
modelo político, económico y social del país. Que defina el régimen de tierras
y expropie a campesinos, como el que vimos esta semana en un video, quien
lloraba porque llegaron a arrebatarle un predio que había heredado de varias
generaciones y del cual vivía.
Menos, que sea dejando
que se ubiquen en sitios estratégicos del país, ya sea por la cadena de la
coca, la minería, la cercanía a sus fronteras amigas, la salida al Caribe o al
Pacífico, o para estrangularnos, (¡cuántas veces lo he escrito!), y adueñarse
del país entero. ¿Recuerdan su sueño de la República Independiente de
Caquetania?
El ex fiscal Montealegre
debe estar haciendo honor a su apellido: Alegre, porque logró lo que le
encomendaron o diseñó él con sus amigos del monte.
¿Qué podemos hacer los
colombianos que sí queremos la paz pero sin impunidad para los autores de
delitos atroces, para los que minan el país, y dejan campesinos, policías y
soldados muertos o mutilados?
¿Qué podemos hacer
quienes no estamos de acuerdo con que Colombia haya vuelto a ser un mar de
coca, lucrativo negocio? ¿Quiénes no estamos de acuerdo con que quienes la
siembran, la procesan y la exportan o envician a los niños, sean considerados
actores políticos porque a este crimen se le dio el estatus de delito conexo
con el político?
¿Qué podemos hacer
quienes nos oponemos a que los autores de crímenes atroces lleguen derecho a
cargos de elección popular sin haber sido elegidos, como premio por ser “tan
buenos muchachos” en las negociaciones?
¿Qué podemos hacer
quienes repudiamos que dañen el ecosistema con petróleo o con los precursores
químicos con los que procesan coca para vender cocaína?
Primero: Leamos con
detalle la carta que el Procurador General de la Nación, doctor Alejandro
Ordóñez Maldonado, le dirigió el viernes al presidente Santos. En ella explica muy
bien todo lo que se fraguó la víspera y concluye que es un golpe de Estado a la
democracia colombiana.
En dicha carta concluye
con lo que es su obligación. Lo entrecomillo: “Teniendo en cuenta que es mi
obligación velar por la vigencia de los derechos humanos y del orden jurídico,
es mi deber advertir que actuar al margen de la Constitución implica
consecuencias penales y disciplinarias, al igual que responsabilidad política ante
los ciudadanos. Usted juró respetar la Constitución, no fue elegido para derrocarla
y menos para hacerlo de la mano de las Farc”.
Segundo: No es el
momento de decir: “Apague y vámonos” sino “Quedémonos y actuemos”. Si lo
hacemos, haremos la resistencia civil que ha pedido el ex presidente Álvaro
Uribe y que es un mecanismo legítimo.
Resistencia civil
pacífica, con respeto, argumentos y constancia. Como colombianos tenemos
derecho a hacerla.
Y no sólo derecho sino obligación
para lograr la paz digna, dentro del Estado Social de Derecho, con separación
de poderes, estímulo a la inversión privada, justicia proba, descentralización
administrativa, desarrollo rural con polos bien distribuidos, igualdad de
oportunidades para todos, cohesión social, salud y educación de calidad, techo
digno, servicios públicos, libertad de pensamiento y culto, conectividad y
posibilidad de desarrollo, “el nuevo nombre de la paz”, según el Papa Pablo VI.
No necesitamos el
Socialismo del Siglo XXI sino vivir y actuar dentro del marco de la Doctrina
Social de la Iglesia Católica o dentro del HUMANISMO, con mayúscula. El
marxismo y esta doctrina social no pueden ir de la mano. Aunque algunos
sacerdotes crean que sí. La doctrina social del Catolicismo es el camino.
Excelente artículo, comparto en su totalidad las ideas expresadas y tal como se están dando las cosas, "el wue se canse pierde".
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