Desde el asfalto
Todo por el desafecto de JM Santos
AnaMercedes Gómez Martínez
Recibí del Teniente Coronel Jaime Perdomo
Solano, Jefe Seccional de Protección y Servicios Especiales de la Policía
Metropolitana, la respuesta a una petición hecha por mí para que no me
levantaran del todo el esquema de Protección.
Es bueno aclarar que dicho esquema lo tenía
desde 1989, por el hecho principal de ser periodista, y secundario, de trabajar
ad honorem en procesos de paz, unos exitosos, otros fallidos.
Pero últimamente resolvieron que mi inseguridad
empezó cuando fui Senadora de la República por el Centro Democrático, partido
de oposición al Gobierno de JM Santos y que, habiendo renunciado al Senado, me
convertía en ciudadana con riesgo ordinario.
Las cosas vienen de atrás. Antes hubo tres
intentos de quitarme los Policías a mi servicio, pero hubo miembros de la
Fuerza Pública, en especial de la Policía, que consideraron que yo sí era
vulnerable.
Estos Policías de alto rango, conocen, como los
de ahora, mis vulnerabilidades y que mi riesgo se ha aumentado con los procesos
de paz que Colombia está viviendo.
¿Cuál es la diferencia? Que antes teníamos
miembros de la Fuerza Pública, en especial Policías, valga la redundancia, que
no temían contrariar a su comandante en jefe, el presidente de la República, Juan
Manuel Santos Calderón.
Y que exponían las razones para mantener mi
esquema de seguridad y alguien en el alto gobierno reconocía que yo tenía peligros
considerables y que por tal motivo tenía apoyo desde 1989.
Pero las cosas cambiaron. ¿Será que la cabeza
del Ejecutivo los tiene temerosos de esgrimir sus criterios? ¿Será que están “enmermelados”?.
¿Será que, agachados, simplemente obedecen, sin atreverse a levantar su cabeza
y hablar a favor de quienes no son de los afectos del presidente Santos?
Porque no podemos olvidar que Juan Manuel
Santos me quitó sus afectos, lo que para mí es un honor, desde que asumió la
Presidencia de mi querido, pero ahora incierto país.
Recuerden que mientras era la Directora de El
Colombiano tres veces me envió emisarios para que no escribiera editoriales tan
duros contra aspectos de su gestión.
Esto nunca me había pasado. Y desde que asumí
cargos directivos en el mencionado diario, me tocaron: Virgilio Barco Vargas,
César Gaviria Trujillo, Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana Arango y Álvaro
Uribe Vélez.
Podrían pensar que nunca escribí en contra de
su gestión. Pero no es así. Recuerdo que a todos los cuestioné, con respeto,
pero contundentemente. Basten unos ejemplos.
Al presidente Barco le
cuestioné su oposición al Tren Metropolitano de Medellín, hasta el punto de
dejar meses la maquinaria en puerto, oxidándose, por no nacionalizarla.
Recuerdo la “buena idea” que me dio su ministro de Hacienda, doctor Rudolf
Hommes: ¡que usáramos los viaductos para meter las flotas de buses!
Al presidente Gaviria
le escribí que se le había ido la mano con la tristemente famosa “Catedral” y
su inquilino, Pablo Escobar. Que tan criticados que fuimos porque hablábamos de
dialogar con todos los delincuentes, pero que él no dialogó sino que negoció y
entregó una cárcel “cinco estrellas”.
Al presidente Samper le pedí que reconociera
los dineros recibidos del narcotráfico y empezara una campaña en su contra para
devolverle a Colombia la dignidad perdida.
Al presidente Pastrana le cuestioné su extrema
generosidad con el despeje del Caguán. Les dio a las Farc un territorio tan
grande como Suiza. Y luego le renuncié en dos ocasiones a la mal llamada “Comisión
de Notables”, porque no quería echar a Colombia a un abismo, con tantos
criminales armados.
Dije en el Palacio de Nariño que yo sí quería
la paz, pero no arrodillados ni con las manos en la boca. Eso me ganó una
amenaza directa de alias Simón Trinidad y me supongo que la furia de todo el
grupo guerrillero.
Al presidente Uribe le cuestioné la descabezada
de doce generales para poner de jefe de la Policía al entonces Coronel Óscar
Naranjo Trujillo. Y también me opuse a que nombrara al presidente Hugo Chávez
de facilitador, y a Piedad Córdoba de mediadora en el proceso con las Farc. El
argumento en pocas palabras era que “uno no metía al enemigo a su casa”.
Todo esto es un breve resumen. Pero basta con
mirar los archivos editoriales de El Colombiano para comprobar lo escrito y
mucho más.
¿De quién es la orden?
Pero, para concluir, volvamos al principio. La
respuesta del Teniente Coronel Jaime Perdomo Solano, que no del Director de la
Policía Metropolitana, General Óscar Gómez Heredia, dice: “…es imperativo para
esta Seccional de Protección y Servicios Especiales indicar, que en
cumplimiento a las disposiciones Constitucionales y legales, concordantes con
la orden impartida por el señor
presidente de la República, conexa a los principios de buena fe, causalidad,
idoneidad y temporalidad (Decreto 1066/2015) nos vimos en la necesidad de
reajustar (finalización) los esquemas protectivos adjudicados otrora a personas
ajenas a nuestra población objeto de medidas especiales definida en el Artículo
2.4.1.2.7. Protección de personas en virtud del cargo, esto con el propósito
de optimizar el servicio dirigido al bien común, sin ser particularizado,
exceptuando nuestra población objeto, cuyo cumplimiento viene siendo supervisado
por la Contraloría General de la República. (La negrilla es mía).
Queda claro quién
ordena a subalternos sin voz.
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